Hacia tiempo que no íbamos. Tanto como para no recordar el olor a humedad que te inunda cuando llegas.
Tardé en incorporarlo, pero cuando pude, fue como todo en ese lugar. Te anestesia, te marea y te enfrenta con otra cosa.
Volví a visitar al cuartito negro, ahora tenia una bombita roja y estaba igual de denso.
La ceremonia la sabia.
De lejos vi un tipo.
Cincuenta y tantos, bigotes, algunas canas. Atravesó el pasillo hasta el cuartito y nosotros también.
Entré sola y sentí como Baby lo enfrentaba y me ofrecía.
Él, claro, aceptó y entró en mi terreno.
De pie, empezó besandome y tocandome las tetas suavemente.
Le desabroché la camisa y le pedí que se sentara.
Se sentó y comenzó a pasar su lengua por el centro de mis tetas.
El ritual arrancó.