domingo, 14 de septiembre de 2008

Cuando pensé en sentir miedo, él ya me había atado las manos con su cinturón.

Acostate boca abajo, me dijo. Yo me acosté.

Me cruzó los brazos sobre la espalda, ajustó la correa de cuero con la hebilla y me hundió la pija en el culo.
Contracciones de dolor y placer.
Él se movía sin escucharme. Basta, me duele, basta. En serio.



Cuando pude sujetar el dolor, cuando lo dominé y lo desfiguré, finalmente, después de todo el viaje, lo encontré.